EL ESCEPTICISMO DEL HOMBRE MARISMEÑO
EL ESCEPTICISMO DEL HOMBRE MARISMEÑO
Por José Matías González Arteaga
En
varias ocasiones hemos
hablado sobre el escepticismo del
pueblo andaluz. Creemos que ha llegado el momento de detenernos un momento
a reflexionar sobre ese desinterés que
se nota entre todos los andaluces ante la idea del progreso y los negocios, por
una parte, y, por otra, la formación de ese tópico acerca de la indolencia
andaluza.
Entre las sociedades viejas es
característico un cierto escepticismo ante las cosas públicas, lo que se
detecta en toda Europa y, como no, en Andalucía. ¿Por qué se da en nuestra
región? Se unen, para ello, una serie de factores: a pesar de las revueltas
campesinas antiguas y modernas, los jornaleros han permanecido al margen de las
decisiones y los cambios políticos; la continuidad de la estructura económica
del campo andaluz, sin variar desde hace
20 siglos, en lo que se entrevé, por debajo de las mudanzas históricas
(romanización, de la Bética, sustitución visigótica, irrupción árabe e invasión
castellana) una cierta permanencia de algunos factores mentales, que puede
traducirse en una masa campesina apartada de las transformaciones del poder y los
regímenes políticos.
Puede, pues, asegurarse que el
escepticismo andaluz es producto de una larga y repetida experiencia, que
remontándose a épocas remotas, llega hasta momentos muy recientes. En el
transcurso del siglo XIX, la mayor parte de la población quedó al margen de los
inicios de la industrialización española y andaluza, a pesar de haber contribuido
en gran parte a financiarla con capitales llegados del campo. Más tarde, la
mecanización deja sin trabajo a gran parte de la población campesina, lo que
hace que rechacen la idea del progreso. Todo ello hace que esté presente en la
mente del andaluz que la historia se repite, es siempre la misma, y ellos los
que pierden; ven perpetuarse el reparto de la propiedad de la tierra y de la
riqueza, y cómo sea cual sea el poder establecido su situación no cambia,
llevándole a un fatalismo difícil de detener. Sin embargo, han intentado
cambiarlo, de ahí que las revueltas campesinas andaluzas del siglo XIX hayan
sido las más radicales que se han dado en España; pero a la vez -que es donde
radica su mérito- las más utópicas, en el sentido de que eran conscientes de
que querían cambiar lo inmutable, lo que las llevó a su sistemático fracaso.
Por otro lado, a diferencia de lo que ha sucedido en otros lugares, el
campesino andaluz no ha luchado por cambiar su condición de obrero rural por la
de obrero industrial, sino por dejar de ser obrero en el sentido de trabajador
para otro y convertirse en campesino de lo propio, haciendo bueno el lema de
"la tierra para el que la trabaja".
Lo anterior nos sirve de hipótesis para
explicar el por qué decimos que el hombre marismeño es escéptico por naturaleza
y nos delata el por qué los hombres de La Puebla del Río no creyeron nunca
en un
aprovechamiento de las marismas diferente al que habían tenido
tradicionalmente, razón por la que no acudieron a ella cuando comenzó su
verdadera explotación, dejándolo, durante mucho tiempo, en manos de foráneos.
Estos no habían asistido a los fracasos de los repetidos intentos de poner en
cultivo dichas tierras, mientras que nuestras gentes los vivieron y sufrieron;
de ahí que cuando llegó la hora de la verdad en las Islas les ocurriese lo que
al personaje de "Pascualillo el embustero": no creyeron en ello y, en
sus inicios, se quedaron sin nada.
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