VERANO
Verano. Vacación. Descanso. Tiempo de reflexión, de hacer
balance de todo un año de monotonía –para algunos, otros no lo entienden como
tal-, de ponerse sal día en lecturas
atrasadas, de acometer aquello en lo que consiste su ocio. Personalmente todo ello lo encontraba en unos días en la
playa, sentado frente al mar, sobre todo a la caída de la tarde, extasiándome ante una puesta de
sol y el sonido de las olas al batir, ya muertas, cumplida su misión, en la
orilla. Ello me llevaba, a veces, a meditar, reflexionar, razonar, a mirar
alrededor, y tomar nota de todo aquello que
mis ojos, oídos y mente me ofrecían, para, más tarde, intentar darles
formas de manera concreta, o sea ante un papel. Unas veces lo conseguía, otras – la mayoría, no- y quedaban impresas
ahí, en mi mente.
De esas a las que conseguí
darles forma, os las ofrezco y comparto con vosotros. No lo hago como
simple ego, sino con la intención de si os pueden decir algo –al fin y al cabo,
soy MAESTRO, y conservo aún una deformación profesional: ENEÑAR-.
Ahí os envío, pues, la primera que me he encontrado, y con
la que se me ha ocurrido esta idea.
Eternidad
Mira, mira, hombre, ser
finito,
como rompen las olas en la
playa,
mira como mueren,
persistentemente, en la arena.
Mueren pero no mueren, rítmicamente se suceden
unas a otras, perfectas,
luciendo su cresta
orgullosamente hasta el final
de su trayecto.
Mira cómo cumplen su función,
gozosas,
y, sobre todo, satisfechas de llegar al fin
de su ciclo con el deber
cumplido.
Aprende, insignificante ser
limitado,
ser supuestamente inteligente,
de las olas, de cómo
cualquier fenómeno natural,
de cómo la mayoría de los
seres de la naturaleza
son conscientes de su
finitud,
mientras que tú, ignorante,
soberbio, arrogante,
pretendes durar, no sé para
qué, eternamente.
Punta
Umbría, julio de 2012
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