Mis otros Corpus

                                           

En 2005 escribí estas líneas que no recuerdo si se publicaron en algún Libro del Corpus -por cierto que veo en Facebook que no ha llegado a muchas calles el de este año, entre ellas la mía- ni recuerdo haberlas compartido en este medio. Por si acaso lo hago ahora, pues creo que muchos cigarreros de mi edad estarán de acuerdo con lo que expongo y sigo pensando. 



                                                 MIS OTROS CORPUS

            Día del Corpus, recuerdos, vivencias, nostalgia de otros Corpus, de otros tiempos, de otras gentes, de otra forma de vivirlos, de convivir —las casetas eran lugar de verdadera e íntima relación durante cuatro días con los amigos/as de siempre-, de charla, de fraternidad y de reencuentro con tus más allegados, a veces con “ese” que reside fuera, pero que no falta a la "cita" anual. Todo ello daba lugar a momentos íntimos, de sinceridad, de entendimiento, de emoción, donde jugaban un papel importante esas dos copas de más que nos ponen alegres, eufóricos, nostálgicos, y contribuyen a que afloren, con gran espontaneidad, nuestros sentimientos más profundos: anécdotas que nos ocurrieron hace ya años, detalles, intimidades de adolescentes, que ni incluso a nuestra esposa, compañera o amiga hemos sido capaces de contar, por la sencilla razón de que son propias de otro tipo de intimidad, de otra confidencialidad.
            Y ese cambio comenzó a producirse —al menos para los de mi generación- con el cambio del campo de feria al "llano" de al lado del Parque, donde aquellas tres únicas, multitudinarias y abiertas casetas de nuestra calle Larga, entonces centro neurálgico de la feria -ubicadas en la esquina de Reina (más tarde en la de Tijeras), en la calle de la droguería (donde estaba la del Ayuntamiento) y en la plazoleta de Doña Belén- aumentaron en número y se convirtieron en mucho más recoletas e íntimas, con lo que la feria sufrió una positiva y profunda transformación, cambiando por completo su fisonomía, y, lo que es más importante, su carácter. Fueron quizás, al menos para mi (comprendo que coincidieron con mi juventud y primeros años de casado) los Corpus más entrañables que se han vivido en La Puebla: Corpus recoletos, íntimos, donde la masificación y las músicas en las casetas aún no habían hecho acto de presencia, oyéndose sólo el cante propio de nuestra tierra, salido de nuestras gargantas —acompañados, a veces, por una guitarra-, sin aditamentos de ninguna clase.
            El salto al "Cerro de Caranabo" -impuesto por la escasez de espacio y por haber quedado obsoletas las infraestructuras- supuso, de nuevo, un cambio radical en la concepción de nuestra feria: las casetas se multiplicaron por no sé cuanto, llegando ya en los últimos años a superar el centenar —cosa insólita en un pueblo de unos 10.000 habitantes-. Comenzó, pues, a perderse esa familiaridad ya apuntada; los horarios de permanencia en la feria cambiaron por completo, y aquellas horas mágicas de otros tiempos —desde las 12 o la 1 del mediodía hasta las 3 o las 4 de la tarde, ya almorzados y tomado el café, y desde las 10 de la noche hasta las 2 o las 3 de la mañana- se han perdido para siempre, no apareciendo ya nadie por el recinto ferial antes de las 2 o las 3 de la tarde y permaneciendo en las casetas hasta las 9 o las 10 de la noche, descansar un rato, y llegar de nuevo al recinto ferial sobre la  1 o las 3 de la madrugada, para permanecer en ella hasta bien despuntado el nuevo día. Horario, para mí, demencial, fuera de toda lógica y de toda racionalidad, pues, por poner un ejemplo, ¿cómo se puede estar tomando cerveza, manzanilla o "rebujito" a las 6 o las 7 de la mañana? Ello me llevó a dejar mi caseta y a, prácticamente, no pisar el recinto ferial, limitándome sólo a dar una vuelta por él una vez recogida la Custodia, el mismo día del Corpus.
            Con el reciente cambio al lado del río, a la antigua "Huerta de Alfaro", se ha ganado enormemente en espacio y en belleza, pero la impersonalidad y ese carácter recatado, tranquilo y, si se me permite, austero, se ha perdido por completo. En su lugar ha hecho acto de presencia una feria vulgar, consumista, más caótica en el plano del divertimento y con un concepto distinto de conseguirlo, que es la finalidad última de todo acto festivo. Comprendo que son otros tiempos, otra sociedad, en la que los valores han cambiado, son distintos —unos para bien, otros no tanto-, y que ante ello, como en casi todo, no es posible la marcha atrás. Hay, pues, que aceptarlo, es ley de vida y tenemos que amoldarnos a ello.
            Como consecuencia, y al no ser capaz de amoldarme a esos cambios, me he creado mi propio Corpus, que se reduce a asistir al milagro de ver la Custodia por las calles de La Puebla, para vivir el resto de los días de una forma diferente, de un nuevo modo de vivirlo, que se reduce al campo de los sentimientos. Porque al encerrarme en mi mismo,  durante estos cuatro días  huelo, siento, noto que La Puebla sabe a Corpus, a paredes recién blanqueadas, a trajes y vestidos nuevos, a mocitas en flor impacientes por vivir su primer Corpus como "mujeres", a calle Larga, a romero, a Procesión, a gentío, a repique de campanas —las sonoras campanas de La Puebla-, a cohetes, a Custodia, a silencio y recogimiento, a mujeres en mantilla, a niños de Primera Comunión,... Y me paseo por las calles de un pueblo solitario; me recreo en nuestra calle Larga -que tantos recuerdos agradables y nostálgicos me traen-; y en mi casa —totalmente abstraído en el despacho- medito, escribo, releo "Libros de Corpus" antiguos, páginas ya amarillentas repletas de pregones, poesías, escritos de todo tipo, fotografías,... que me trasportan a otros Corpus, a otras gentes, a otros tiempos. En una palabra, físicamente no estoy en el recinto ferial y no comparto con el resto de los cigarreros esos momentos mágicos, pero mi alma y todo mi ser está ahí, viviendo profundamente estos días especiales —esplendorosos- de nuestro pueblo.
            En fin, seguramente son cosas de la edad. Ello me hace pensar que ya más de uno/a está viviendo estos días de Corpus, desde hace tiempo, más o menos como yo. ¿Quiénes? ¡Pues quienes van a ser, los que ya  tenemos una edad que no nos permite aguantar el nuevo ritmo, la nueva forma vivir esos días de feria!
            Estas son las reflexiones que me hago en la mañana del Día del Corpus de 2005 (26 de mayo), mientras se está celebrando la Función Principal —este año acompañada de nuevo por la Coral de S. Felipe Neri- en nuestra Iglesia Parroquial.



               La Puebla del Río, 12 de la mañana del 26 de mayo (Día del Corpus) de 2005

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