CANTO A LA MARISMA
Se acerca la romería del Rocío, el momento de adorar a la “reina
de las Marismas, Pentecostés,… En honor a ello me atrevo a colgar algo que
escribí ya hace unos años para publicar en otro lugar. Espero que miréis el
fondo de la cuestión no la forma, en la que no soy nada experto.
CANTO A LA
MARISMA
Marismas de
Doñana,
Marismas del Guadalquivir,
horizontes desolados, llanuras
sin confín,
de donde las civilizaciones
tempranas
que te descubrieron no quisieron
partir.
.
Tu majestad está en tu lejanía,
en tu misterio, en tu arcana
historia,
en tu impenetrable y dura
geología,
que ha lanzado a científicos –Schulten- a
rehacer tu memoria,
que inspira a poetas –Villalón y
Salvador Fernández- en su poesía
y a escritores –Caballero
Bonald- a contar tu historia.
Casi exclusivamente fuiste
conocida
por el azogue de tus lucios,
por tus patos y toros salvajes,
por la fuerza de tus pastos
resecos y bravos
y por los relatos de tus hombres
que bordeaban tu leyenda
insondable.
Pero ¿quién te hizo, marisma,
quién te modeló?
¿Tuvo que ver Hércules algo en
ello
o fue tan sólo cosa del tiempo,
la tierra, el agua, el sol y el
viento?
¿Cómo surgieron esos pequeños
relieves
que forman tu paisaje llano?
¿De dónde tus ríos,
brazos, lagunas y caños?
¿De dónde tus lucios,
paciles, quebradas, vetas y
vetones?
Marisma llana, armajal extenso,
que los golpes azules de ríos y
mares
fueron haciendo, levantando
relieves y otros hundiendo.
Territorio, unidad, cobijo
de imperios (¿La Atlántida ?,
¿Tartessos?),
tierra olvidada, nacida en el
combate con el agua fluvial,
la tierra, el tiempo y el mar.
Marisma, todo se lo debes al
agua,
todo en ti es producto de ella;
tu formación es consecuencia
de ese natural elemento
que hoy, ayer, mañana,
durante miles de años
te ha venido modelando
hasta hacer de ti un monumento
autóctono,
un paisaje único de tierra
llana.
Tus hijos naturales (la
vegetación,
los animales, el agua, el sol y
el viento)
te conservan, mientras que seres
extraños
se lanzan sobre ti como alimañas
hasta conseguir tu
aniquilamiento.
Tu vegetación es dura,
resistente,
rebelde a todos esos elementos,
a tu desierto de salitral
y a tu desgarrado paisaje:
carrizos, bayuncos, eneas,
almajos, juncos, castañuelas,
brezos, tarajes, helechos,
hacen de muralla y centinela.
Los animales se han hecho
a tu dureza inmisericorde
y a tu paisaje húmedo o seco.
Así, los mamíferos (conejos,
liebres,
zorros, jabatos, linces –felino
silencioso, rápido, majestuoso,
en extinción-,
corzos, ciervos, gamos,
meloncillo, tejón,
lirón, rata, ratón, comadreja,
toros, vacas, bueyes, caballos,
ovejas
-quizás las mismas que guardaba
el pastor Euritión-)
se refugian en marismas, llanos y
alcornocales.
Tus ofidios y reptiles
(víboras, culebras, serpientes,
lagartos,
lagartijas, salamanquesas,
sapos, tortugas, camaleones)
en dunas, pinares y matorrales.
Pero tú, marisma, ante todo eres
el paraíso europeo de las aves
(del calamón -rara avis-,
del águila imperial -un mito en
extinción-,
de garzas, ánsares, patos,
espátulas, cigüeñas, flamencos),
que van y vienen en migración:
en marzo aparecen el milano
negro, el águila calzada,
la culebrera, el abejaruco, el
petirrojo, el alimoche,
todas aves de paso;
el buitre leonado, el negro, la
lechuza,
se dejan ver sólo de noche;
el alcotán, halcón ratonero,
milano, cernícalo,
son aves diurnas.
Tus hombres, por fin, son fiel
reflejo
de esas características tuyas
(mítica, solitaria, lejana,
dura),
que sabe mucho de silencios,
de conversaciones largas bajo
un oscuro cielo de estrellas,
de una luna que duerme en lucios
y lagunas
o de un sol implacable en la
altura
que resquebraja tu tierra
ardiente y dura.
Marisma, en tu origen fuiste
estuario, bahía, pequeño mar
interior,
golfo, lago (“Ligustino” para
los romanos),
depósitos marinos, sedimentos,
limos, arcillas,
barra litoral, tierras
pantanosas, planicie, cenagales;
para terminar en lo que eres:
llanura, arenal, marjal.
Estás recorrida por una extensa
red fluvial
que tiene como progenitor de
todos tus hijos,
naciendo en Cazorla, al
Guadalquivir,
con sus tributarios y afluentes,
con sus brazos y sus caños
(Guadiamar, Brazo de la Torre , Brazo del Este,
Majalberraque, la Madre de las Marismas del
Rocío
y caño de Brenes) que se
bifurcan
y se reencuentran en su
desembocadura en Sanlúcar.
Y entre ríos, brazos, caños,
-el agua siempre omnipresente-
surgen en la inmensidad del
llano,
tus niñas bonitas, las islas
(Captor y Captiel para Alfonso
el Sabio,
Isla Menor –o Isla Amalia- e
Isla Mayor, después),
que pronto en despensa se
convertirán
-de hierba, carne, dehesa- de
Sevilla, la capital.
El Concejo de la ciudad muy
pronto las rentabilizó,
sacándole algunos reales de
vellón
a sus yerbas, el mazacote, la
barrilla y el almajo,
a sus pesquerías –Caño del
Zurraque-, a las penas (multas),
y a las barcas del Borrego y San
Antón,
a sus toros, a sus caballos, a
sus ovejas
y a sus hatos con melones.
Has sido huraña con la
agricultura,
mientras que tus pastizales
han dominado en tu extensa
llanura.
A pesar de ello, la ciudad,
Sevilla, no te conoce,
no se encariñó contigo
y sólo te utilizó para regalo y
aficiones.
Los litigios por tu propiedad
fueron constantes, luchando por
ellas
-en verdad a esta última
pertenecías-
y así se pronunció la ley,
pero Fernando VII en un acto de
“gracia”
al Marqués de Casa Riera, la Isla Mayor , cedía.
A partir de ese momento, se
quebró tu suerte,
comenzaste a cobrar importancia,
por ti disputaron
nobles, banqueros, compañías
extranjeras y especuladores de
toda laña,
que empezaron a anunciar tu muerte.
Has sido tierra libre, agua
libre, acuíferos;
hoy suenas a transformación,
encauzamiento, explotación,
“desarrollo sostenible”,
cultivos, intereses;
a años sesenta, a seítas, a
clase media, a vacación;
a Matalascañas (urbanismo
anárquico, especulación);
a Rocío: folclore, fanatismo,
hipocresía, devoción.
La muerte y la vida –en
constante confrontación-
ha estado siempre en ti
presente,
desde guerras, anopheles,
inundaciones, sequías,
hasta darte el golpe final la
“civilización”.
JOSÉ MATÍAS
GONZÁLEZ ARTEAGA
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